por pcollazo | May 27, 2023 | En pocas palabras, Premiados
A
mi mamá le brotó una mentira en el ojo derecho. Fue el día en que nos vino a
buscar al cole y dijo que papá se había tenido que ir de viaje. Al principio no
se le notaba casi. Como si se le hubiera corrido el rímel por haber llorado.
Pero mamá solo se maquilla para las bodas. Y llorar, casi nunca.
La
mentira fue creciendo y ahora le ocupa toda la mejilla. No se le ven patas, ni
cortas, ni largas. Pero cada vez que mamá dice que papá nos manda un beso y
cuelga sin pasarnos con él, le brilla un poco más.
Ella
la acaricia a veces, mientras estamos mirando la tele. Pero si le preguntamos qué
tiene ahí, se hace la tonta y dice que nada. Eso hace que le llegue al hombro.
A
la que no puede engañar es a la abuela Berta, que de mentiras sabe mucho. Y
cuando cree que no la escuchamos, le dice que cómo no se le cae la cara, y es
que las mentiras pesan un montón.
Hoy
al despertarnos hemos encontrado un hombre en calzoncillos en el baño. Mamá nos
ha dicho que es su primo del pueblo. Ahora la mentira ya le cuelga como una
larga cabellera, se enreda en los muebles y se asoma por las ventanas.
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por pcollazo | Abr 10, 2023 | Cuentos enredados, Premiados
Empezábamos
en septiembre. Llevábamos las capas al tinte, lustrábamos las coronas,
cepillábamos los camellos y zurcíamos a conciencia los sacos de transporte. A
mediados de noviembre empezábamos a recibir cartas e íbamos adelantando
trabajo. Por experiencia sabíamos que después había muchas de última hora, que
llegaban el mismísimo cinco. Eran unas semanas de vorágine, de no dormir más de
un par de horas seguidas, de quebraderos de cabeza para conseguir deseos
complicados con un presupuesto que había que estirar y repartir entre muchos.
Doblábamos
prendas que seguramente tendrían que ser descambiadas, armábamos paquetes
imposibles, escribíamos los nombres de los destinatarios e íbamos tachando los
terminados de la larga lista general. Eso siempre que en nuestra lista de
comportamientos anuales el receptor mereciera recibir regalo. De lo contrario
siempre teníamos a mano los pequeños sacos de carbón, que en realidad muy pocas
veces entregábamos, porque en general los interesados se redimían a último
momento y había que envolver de prisa y corriendo su regalo.
Después
de revisar y registrar cada pedido, pensábamos regalos adecuados para aquellos
que no nos habían hecho llegar el suyo. Eso era complicado, pero nos gustaba
mucho analizar costumbres, gustos y aficiones para encontrar lo mejor en cada
caso.
Alimentábamos
equilibradamente a nuestras monturas y entrenábamos a diario largas caminatas y
levantamiento de elevados pesos.
Planificábamos
recorridos, rutas rápidas, estudiábamos atajos, accidentes geográficos y
previsiones meteorológicas.
Los
últimos días nos poníamos a dieta. Sabíamos que después nos atiborraríamos de
turrón, roscón, galletas, polvorones y todo lo que hubiera sobrado de las
celebraciones navideñas. No podíamos defraudar a nadie y en cada casa había que
hacer los honores y comer, aunque fuera un poco.
A
pesar de que parecía que nunca lo haría, el gran día siempre llegaba. Nos
vestíamos con esmero, nos cobijábamos en nuestras capas y montados en los
camellos seguíamos la estrella arrastrando los sacos cargados de regalos.
Procurábamos
pasar desapercibidos y dejar los paquetes sobre los zapatos mientras todos
dormían, pero siempre había algún niño que nos veía desde un par de ojos
restregados a causa del sueño y la incredulidad. Y la ilusión de aquellas
caritas hacía que todo el esfuerzo valiera la pena.
Por
eso, desde que nos dijeron la verdad, echamos tanto de menos todo aquello.
Alguna vez teníamos que saberla, sí. Es ley de vida. Pero no por eso es menos
decepcionante. De un día para otro, un hermano mayor o un amiguete que nos saca
unos años y que ya tiene bisnietos, nos lo deja caer.
Al
principio no lo crees. ¿Qué los niños son los hijos? ¿Qué todas esas caritas
ilusionadas que nos esperaban cada año no existen? ¡Anda ya! Al principio no te
lo crees ¿Cómo va a ser verdad que no eres rey y menos que menos mago si
durante tantos años has estado comportándote como tal? ¡Pero si hasta en las
noticias aparecían las novedades sobre nuestros preparativos y nuestro viaje!
¡Si en cada ciudad nos recibían con grandes cabalgatas y emoción!
Que
no, te dicen. Es que los niños han querido mantenerte la ilusión. Porque no hay
nada más bonito que la inocente ilusión de un padre entregado.
Y
te quedas de piedra, y lloras un poquito procurando que no se note. Y te
preguntas qué harás el próximo 5 de enero por la noche, cuando ya no tengas que
andar de puntillas porque ya sabes que todo el mundo dejará de simular que eres
un verdadero rey.
Lustras
tu corona, llamas a tus hijos y les explicas cómo sacar mejor partido de un
presupuesto limitado, cómo alimentar correctamente a los camellos, cómo
organizar las cartas por zona geográfica y mantener el inventario de regalos
siempre actualizado. Cómo identificar el regalo perfecto para los que no envían
carta, y por último pones a su nombre el apartado de correos al que te ha
llegado la correspondencia durante toda la vida. Les entregas la corona y haciéndoles
todo tipo de recomendaciones, les dices que tienes un secreto muy importante
que contarles y les haces creer que ellos son los reyes. Te da un poco de pena
mentirles, pero la ilusión con que palpan tu capa de terciopelo y acarician los
camellos hace que sientas que estás haciendo lo correcto.
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por pcollazo | Mar 15, 2023 | Cuentos enredados, Premiados
Apareciste al escoger continuar por la página 5 y me enamoraste con solo leer tus ojos almendrados. Al final de la 8 tomé la siguiente decisión (perseguir tu elegante figura de presunta Mata Hari en lugar de ir tras los tres individuos de acento ruso) y nos casamos al principio de la 15. Terminando ese capítulo habían nacido nuestros dos hijos. Unas cuantas páginas después, un poco aburrido de tantas descripciones sin acción, te fui infiel. Crisis que superamos al elegir correctamente pasar página y empezar de cero en la 54. Pero hartos de compartir cama y lectura, en la siguiente bifurcación nos separamos. Yo a la 89, tú tras tu sueño de Hollywood. Entonces todo se descalabró y me di cuenta de que quisiera seguir leyéndote toda la vida.
Busco desesperado el desvío que me lleve otra vez a ti. Pero me temo que tú ya te has cambiado de libro.
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por pcollazo | Mar 7, 2023 | Cuentos enredados, Premiados
Va
por la vida dejando caer migajas de pan. Un rastro nítido que siguen los
aprovechados de siempre para ofrecerle miles de productos. Colchones
viscoelásticos si busca “cómo sobrellevar el insomnio”, hoteles con encanto si consulta
“cómo reconquistar a tu pareja”, bridas de primera calidad, si en la barra de
Google teclea “cómo retenerla” y hasta conjuros de amor infalibles, si como
hoy, escribe en un intento desesperado “¿qué hago si todo lo demás ha
fallado?”.
Pero, cierto es que se ha cuidado muy bien de buscar información sobre venenos, armas letales, asfixias provocadas o sobredosis. Por eso no entiende cómo tiene en su salón a un tal Sherllock acompañado de un ridículo medicucho haciéndole miles de preguntas acerca de un asesinato que ni siquiera ha empezado a planear, cuya víctima, vivita y coleando, canturrea en la cocina mientras charla con su amante por WhatsApp como todas las noches.
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por pcollazo | Mar 7, 2023 | Cuentos enredados, Premiados
Desde que supe que habías muerto, no he dejado de pensar en ti.
Hoy te he visto en El Capricho mientras mis hijos correteaban por el jardín. Tenías doce, como cuando vinimos con el cole. Me cogiste la mano para llevarme bajo el arco donde nos dimos el primer beso. Yo, una señora de casi cuarenta, enredando su lengua con la de un niño y riendo a escondidas.
Entonces el pelo se me engancha en los ladrillos y me duele tener que regresar. Los niños me llaman preocupados, pero veo en tus ojos que ya nunca podré salir de aquí.
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por pcollazo | Mar 7, 2023 | En pocas palabras, Premiados
El sentimiento no se equivoca nunca, y te juro que quise quererte. Desde que vi tu cabecita teñida de rojo y estallaste en llanto, quise quererte. Desde que pusieron tu cuerpo resbaladizo sobre mi pecho, quise quererte. Cuando prendiste tu boquita de pez en mi pecho, lo intenté con ahínco.
Pero no. Veía sus uñas clavadas en mi garganta en las tuyas de papel. Y tu cuerpo olía a su sudor agrio por mucha colonia que te echara.
Por eso estarás mejor a su lado, en el jardín de atrás. La Naturaleza tampoco se equivoca.
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