El sentimiento no se equivoca nunca, y te juro que quise quererte. Desde que vi tu cabecita teñida de rojo y estallaste en llanto, quise quererte. Desde que pusieron tu cuerpo resbaladizo sobre mi pecho, quise quererte. Cuando prendiste tu boquita de pez en mi pecho, lo intenté con ahínco.

Pero no. Veía sus uñas clavadas en mi garganta en las tuyas de papel. Y tu cuerpo olía a su sudor agrio por mucha colonia que te echara.

Por eso estarás mejor a su lado, en el jardín de atrás. La Naturaleza tampoco se equivoca.

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