Fue un día mágico. Sabía que iba a serlo, pero eso no quita el asombro, el disfrute, las hormigas (en mi caso eran hormigas y no mariposas) en el estómago.
Que mi relato Itinerantes resultara tercer clasificado fue una alegría muy grande, pero no la única. La alegría estuvo presente en cada momento compartido con gente tan especial como la que una tiene el privilegio de conocer gracias a esta manía de escribir.
Me gustaría hacer una crónica de lo vivido, para que quede para el recuerdo. Pero el recuerdo se arma de abrazos, de risas, de confesiones, de nervios compartidos, de fotos, de conversaciones, de terrazas al sol. El recuerdo no se deja atrapar en una simple crónica. Y se me enreda en palabras compañeras para quedarse por siempre junto a mí:
Prefiero las ratas. Sí. Por extraño que suene. Como caminar por la barandilla del puente de los colgados para sentirme viva.
Prefiero arrojar piedrecillas contra los poderosos, mordiéndome la lengua. Aunque eso implique tener que buscar cómo apañármelas para pagar las facturas.
Y si tengo que elegir entre la palmera y la orilla, prefiero la orilla con los pies a remojo.
Me pirran todos los tipos de mimos. Dejar la mesa puesta para recogerla mañana. Coger leña y piñas para encender la chimenea, aun habiendo cerca lagos por bucear.
Y como no: me encantan los bebés. Aunque sean ajenos. Pero no tanto como correr el riesgo de desear imposibles sobre un puente de París.
Sin embargo, debo confesar que lo que más me gusta, son las hormigas. Porque me recuerdan a un amigo. Ese que me ha enseñado que siempre se puede “Volver a empezar”. Otra vez.
Gracias Asier, Nico, Alba, Fernando, Rafa, Lorenzo, Victoria, Carmen y Francesc por regalarme vuestras historias y por compartir algo único.
Gracias Ernesto por tus hormigas. Y por estar presente en esta final anual.
¡Hasta el próximo REC!
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